El Superhombre y las paradojas del Factor Humano

Por el mayo 23, 2018

La globalización, los cambios macroeconómicos y la dura competitividad han obligado a las compañías a adoptar nuevas formas de organizar su trabajo.

Las características clave de estas nuevas estrategias son bien conocidas: la multitarea, equipos autónomos, deadlines más ajustadas y la satisfacción del cliente (cada vez más exigente). Todo esto supone que tenga que alcanzarse nuevas cotas de rendimiento con el fin de maximizar el nivel del servicio, enfrentarse una gran demanda, cumplir con estas deadlines y motivar una mejoría continua.

DESAFÍOS INDIVIDUALES Y ORGANIZATIVOS CONSTANTES

En esta nueva era organizativa, la autonomía, iniciativa, flexibilidad y creatividad son claves. Cada individuo tendría que evaluar y mejorar sus habilidades, invirtiendo en él mismo, siendo un proceso continuo en el que demostrase ser participativo y estar involucrado. La necesidad de desarrollar nuevos comportamientos se hace evidente en todos los niveles de la compañía. Los directores también están involucrados en estos cambios, su función de líderes debería servirles para mejorar sus habilidades a la hora de escuchar, reflexionar, solucionar problemas, juzgar y tomar decisiones.

No es solo un cambio de toda la compañía: también afecta a la mentalidad de los individuos, la cual se cimienta alrededor de un entorno mucho más competitivo que les desafía a “ganar”, “ser el mejor” y “superarse a si mismos”.

¿Pueden los riesgos, los desafíos, y ese afán por superarse constantemente a uno mismo, ser vistos como “factores de felicidad personal” para aquellos que buscan convertirse en “Superhombres” [1]?

Dudosamente, pues la idea dominante sigue siendo que “la vida no es solo por y para el trabajo”. Estamos presenciando hoy la consagración de los placeres del tiempo de ocio y de las relaciones humanas, que, hasta cierto punto, tiende a restar importancia al factor trabajo.

Superhombre

Aunque no es menos cierto que algunos individuos, en gran medida, se definen a si mismos mediante su trabajo, haciendo que su vida personal y relaciones sociales giren entorno a este factor. Y, aunque la felicidad personal cada vez está más polarizada por las aspiraciones individuales de cada persona, el trabajo sigue siendo una verdadera fuente de autoestima, creador de una identidad social.

Pero hay que ser conscientes de que el centro de gravedad de nuestras vidas ha cambiado a la esfera privada, donde las ideas y los valores evolucionan y conducen a una búsqueda de ocio y desarrollo personal. Además, el deseo más íntimo de un individuo es (ahora) no superarse a sí mismo, sino, más bien, poder disfrutar de un ingreso confortable para poder participar de los placeres que ofrece el mercado.

Para ser precisos, “los nuevos trabajadores de estos tiempos modernos” no ven la posible felicidad en las nuevas técnicas de dirigir capital humano cuando sienten, o prevén, una posible inseguridad profesional acompañada de tareas difíciles y de mayor presión. Este cambio está indudablemente vinculada a un trabajo mucho más precario, acompañado de una reducción en las protecciones colectivas y una degradación en las relacionales laborales. Amenazas de despido, agotamiento, aumento del estrés, bajos salarios, intensificación de responsabilidades y tasas de trabajo, miedo permanente a no estar a la altura con las nuevas tareas… Este es el panorama social y laboral del futuro, para el cual el manejo del Factor Humano será fundamental, y tendrá que ser tenido en cuenta para el buen gobierno de las empresas.

LA EMERGENCIA DEL FACTOR HUMANO

En este contexto, la necesidad y emergencia del factor humano se intensifica cuando se combina con la inseguridad tanto en la vida profesional de las personas como en su identidad; existe una pérdida de autoestima, que es invariablemente seguida por una desmotivación, pérdida de atención y angustia en el lugar de trabajo.

Si bien la mayoría de los trabajadores no se identifican con el culto al rendimiento, existe un miedo innegable -basado en una ansiedad subterránea, en una tensión silenciosa, en una falta latente de confianza- que rechaza los niveles jerárquicos. Las áreas y servicios que operan en una cadena de procesos y responden por el bien común del negocio, no genera más que factores de riesgo adicionales para la salud de los trabajadores.

Estas paradojas hacen que sea fundamental que las personas quieran estar en una organización que les haga “sentir bien”, en un ambiente “agradable” en el que las personas son respetadas y se reconocen los méritos de cada individuo. Cuando la obligación de “hacer más con menos” se intensifica, vemos en el mundo de los negocios que la calidad de vida en el trabajo está en la parte superior de la agenda social y laboral de las organizaciones, muchas de ellas muestran (o reclaman) ese sello que las valide como una organización socialmente responsable, ¿cuál es el valor de un individuo en una organización?

SIN PRETENDER SER PRESUNTUOSOS, ESTA ES LA PREGUNTA DEL MILLÓN:

Al superarse constantemente uno mismo, ¿puede crearse un nuevo modelo de identidad (el Superhombre), donde el papel hedonista, consumista y narcisista quede relegado a un segundo plano cuando estos individuos entren por la puerta de su lugar de trabajo, y donde sus creencias y valores se combinen en un concepto de ciudadanía organizacional?

Dentro de los límites y limitaciones, siempre habrá lugar para las excepciones…

 

[1] El superhombre es aquel que supera el nihilismo, supera la forma humana, vieja y desgastada, supera todas las características humanas, toda la cultura que lo mantiene dentro de sí mismo, es él quien “lanza la flecha de su anhelo más allá del hombre” (Nietzsche, Así habló Zaratustra, p.18). La afirmación del superhombre es la negación de los valores existentes: audacia en lugar de seguridad, autodisciplina en lugar de autocompasión, olvidar en lugar de resentimiento.

 

Traducción vía: Nuno Silva
HR Project Manager / Corporate Social Responsability Manager at Groundforce Portugal

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