de la eficacia profesional

El estrés: ¿nos hace mejores? ¿cómo podemos gestionarlo?

Desde los años 70 el neurobiólogo Robert Sapolsky de la universidad de Stanford ha estudiado las consecuencias del estrés en los primates de una colonia de babuinos de Masaï-Mara, en Kenia. Observándolos, y trabajando con muestras de sangre en el laboratorio (extraídas en momentos de estrés), ha descubierto que su comportamiento es muy similar al de los hombres occidentales. ¿Qué podemos aprender nosotros entonces de sus observaciones?

El status quo ocupado en la sociedad determina la tasa de hormonas del estrés.

En esta colonia tan jerárquica, los machos dominantes accedían a lo alto del escalafón al mostrarse más agresivos y astutos. Siendo poco sociables, pasando menos tiempo con sus congéneres y beneficiándose de todas sus ventajas. Dedicaban la mayor parte de el tiempo a acosar al resto de miembros de la colonia. Sapolsky se dio cuenta de que cada uno conocía su lugar, reconociendo a quienes podía torturar y acosar, y asumía que otros tenían ese derecho sobre ellos, además descubrió algo que le valió la prestigiosa MacArthur Fellowship en 1987: la posición social de los babuinos determinaba la cantidad de hormonas del estrés segregadas. Los resultados demostraban que efectivamente los jefes primates no sufrían estrés, de hecho, producían más dopamina (hormona del placer) que sus subalternos, quienes, sometidos a un estrés constante, tenían un ritmo cardíaco y una tensión arterial elevadas.

Esta constante ha sido confirmada a lo largo de 40 años por Michael Marmot – profesor de epidemiología en la UCL de Londres – quien realizó un estudio similar sobre 18000 funcionarios públicos británicos. Llegó a las mismas conclusiones: cuanto más abajo en la jerarquía esté el individuo, mayor riesgo de desarrollar patologías mortales ligadas a un estrés elevado.

De la agresividad a la bondad

Hace 20 años un grupo de babuinos rebuscaron entre la basura de un campamento turístico y se comieron todas las sobras, ya podridas, estas estaban infectadas por la bacteria de la tuberculosis. Los machos fueron los más afectados, la mayoría murió, en particular los machos dominantes, quienes fueron los que más comieron y antes que nadie.

Con la desaparición de los machos dominantes la colonia se transformó, había el doble de mujeres y los machos que sobrevivieron se mostraban más bondadosos y sociables. El ambiente cambió por completo.

Este grupo de primates, hoy, se caracteriza por su prosperidad, un nivel de agresividad bajo y una sociabilidad especialmente alta. Ya no tienen problemas de hipertensión ni ansiedad, así lo demuestran los resultados de los análisis.

¿Qué podemos aprender nosotros de todo esto?

Michael Marmot comprobó lo siguiente en los humanos:

Hacia una cultura de cooperación

El ser humano ya no es un primate y ha sido capaz de “inventar” la bondad. Aunque esta no se adquiere de manera definitiva, es algo sobre lo que hay que trabajar constantemente.

El conflicto forma parte de la vida de las empresas por el simple hecho de existir diferentes intereses entre las partes. Varios estudios muestran que las organizaciones con una cultura de cooperación superan con creces a las organizaciones con una cultura de conflicto.

Sin embargo, la disposición a cooperar se enfrenta a varios obstáculos, como la desconfianza, que genera tensión y, a veces, alimenta conflictos innecesarios y costosos.

Estos obstáculos podrían ser evitados y superados con el uso de métodos de trabajo apropiados, por un lado, y sabiendo manejar las relaciones interpersonales de manera adecuada, por el otro. Esto permite motivar las capacidades de los participantes para resolver los conflictos, superarlos y trabajar en una cultura de cooperación a largo plazo.

Algunas claves para cultivar esta voluntad cooperativa

Para gestionar el estrés de manera eficaz, y a largo plazo, os recomendamos este curso formativo de Cegos.

Autor original: Jean-Pierre Testa
Manager Offre et Expertise Développement Personnel Appliqué